martes, 21 de enero de 2020

Petrarca


Soneto III
Era el día en que al sol se le nublaron
por la piedad de su hacedor los rayos,
cuando fui prisionero sin guardarme,
pues me ataron, señora, vuestros ojos.
No creí fuera tiempo de reparos
contra golpes de Amor, por ello andaba
seguro y sin sospecha; así mis penas
en el dolor común se originaron.
Hallóme Amor del todo desarmado,
con vía libre al pecho por los ojos,
que de llorar se han vuelto puerta y paso;
pero, a mi parecer, no puede honrarle
herirme en ese estado con el dardo,
y a vos armada el arco ni mostraros.

CXXXII

Si no es amor, ¿qué esto que yo siento?
mas si no es amor, por Dios, ¿qué cosa y cual?
Si es buena, ¿por qué es áspera y mortal?
si mala, ¿por qué es dulce su tormento?

Si ardo por gusto, ¿por qué me lamento?
Si a mi pesar, ¿qué vale un llanto tal?
Oh, viva muerte, oh deleitoso mal,
¿por qué puedes en mí si no consiento?

Y si consiento, error es quejarme.
Entre contrarios vientos va mi nave
-que en alta mar me encuentro sin gobierno-

tan leve de saber, de error tan grave,
que no sé lo que quiero aconsejarme
y, si tiemblo en verano, ardo en invierno.



EN LA MUERTE DE LAURA
 Sus ojos que canté amorosamente,
su cuerpo hermoso que adoré constante,
y que vivir me hiciera tan distante
 de mí mismo, y huyendo de la gente.
Su cabellera de oro reluciente,
la risa de su angélico semblante
que hizo la tierra al cielo semejante,
¡poco polvo son ya que nada siente!
 ¡Y sin embargo vivo todavía!
A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,
 surca mi nave la extensión vacía...
 Aquí termine mi amoroso canto:
 seca la fuente está de mi alegría,
 mi lira yace convertida en llanto.

La obra  de Petrarca ha inspirado no sólo a otros poetas, sino a pintores, músicos... Su influencia en la cultura europea es enorme. De ello nos hablan en este vídeo:

 


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